5to. ENCUENTRO DE IBBY DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL: ponencia de Mauricio Marra

Y acá está la ponencia de nuestro compañero Mauricio Marra, titulada "El lector y el creador: ¿quiénes?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?"


Voy a contarles algunas impresiones personales acerca del acto creativo, en mi caso particular como ilustrador, con marcada inclinación plástica y convivencia cotidiana con el diseño gráfico.
Quiero compartir algunos hallazgos de la experiencia, que son como esas piedras especiales que encontramos a la orilla del mar: uno las toma y lo acompañan el resto del camino, como un tesoro.
Lo haré también apoyándome en la sensibilidad y las convicciones de algunos referentes, que creo pueden ayudar a comunicar mis sensaciones.

Lo primero: vivimos aprendiendo



Como en cualquier actividad en que nos embarquemos, siento que se aprende todos los días y resulta muy útil saber que uno está aprendiendo. Se aprende de los demás, de los docentes, de los dilectos, de los errores y los aciertos, de las técnicas, del contacto con los materiales que uno tiene a mano, de las cosas que nos pasan a la vuelta de la esquina, y de las otras, las que pasan por nuestra sensibilidad. El material sensible.

Buscamos nuestra propia voz



Dice Manuel Espínola Gómez: “… el primer acto que cumple el hombre cuando se propone hacer un cuadro o elevar en el aire una forma escultórica, o llenar una página pautada, es una definición que logra fuera de sí, no dentro de sí. Pero para que ese estado de definición se cumpla cabalmente, el hombre tiene que fijar un instante de esa marcha interior, de ese caudal interior, que no tiene término…”
  
Espínola Gómez alude a la necesidad de reconocernos en el resultado de una ilustración o un cuadro, en la expresión de un trazo determinado, en el uso de un color. Se trata de mirar el trabajo concluido, si es posible determinar cuándo realmente lo está,  y encontrar allí, al menos algo de lo que pasó por nosotros.

Comunicamos



A partir de ese momento, la comunicación con los demás se dará por añadidura, y multiplicará el camino creativo.
Dice José Gurvich:  “…para que mis cuadros vivan, solo necesito que el público los recree y participe viviéndolos.”
Allí se cierra el círculo indispensable para despertar la magia del diálogo creador-espectador, o creador-lector y viceversa.

Recreamos la realidad, no la imitamos



Joaquín Torres García lo expresa de esta manera: “Decimos que (la pintura) es abstracta, porque en vez de imitar la realidad, procede con elementos plásticos absolutos. Porque, la realidad, entonces, solo nos sirve de pretexto para establecer, encima del lienzo una verdadera orquestación de tonos o valores, a fin de llegar a una poesía y a una musicalidad de la pintura, que entonces, para nosotros, constituye su verdadero fondo. Es decir, que la razón de ser de la pintura, es para el pintor, pintar y no imitar.”

Paul Klee dijo en una oportunidad: “El color me tiene dominado. No necesito buscarlo fuera. Me tiene para siempre, lo sé bien. Y éste es el sentido de la hora feliz: yo y el color somos uno. Soy pintor”.

Nos acercamos al juego y la libertad,



otros dos ingredientes que asoman como imprescindibles.
Y vuelvo con esto a Gurvich: “Juego puro o invención van juntos, casi yuxtapuestos; las imágenes de mis cuadros son puramente poéticas. Su origen: son vivencias del quehacer plástico. Mi intención: es el libre juego creador. El hombre y las cosas que aparecen son vistos de adentro-afuera. Mi placer máximo es el juego creador, donde surgen la libertad de la imagen y la libertad del espacio.”

Celebramos que nuestro trabajo se llene de vida


Es lo mejor que nos puede pasar: que la experiencia vital recorra cada trazo y abarque cada centímetro coloreado, empapando toda intención creativa.

Buscamos la fascinación de la primera mirada



En los libros, nuestros interlocutores son los niños, verdaderos maestros del arte de fluir, de “dejar ser”.
Será necesario hacernos de nuevo niños, aprender de su gesto primario, su simpleza, y dejarnos llevar por su forma de ver las cosas. Entrar en su territorio, para rozar al menos la fascinación intacta de la primera mirada.

Marc Chagall, que muy a menudo aleteaba hasta su infancia, recuerda de esta forma a su padre en el libro “Mi vida”: “Con su uniforme, grasiento y sucio por el trabajo, con anchos bolsillos de donde sobresalía un pañuelo rojo apagado, regresaba a casa, alto y flaco. La noche entraba con él. De sus bolsillos sacaba un montón de pasteles, de peras confitadas. Con su mano arrugada y sucia las repartía entre nosotros, los niños. Llegaban a la boca más deliciosas, sabrosas y translúcidas que si vinieran de la fuente de la mesa. Y una noche sin los pasteles y las peras que salían del bolsillo de papá era una noche triste para nosotros.”
Qué cerca estaba Chagall de la frescura de la primera mirada, como también lo estaba Van Gogh en sus tiempos de sosiego. Pongamos como ejemplo una de las cartas de Vincent a su madre: “Estoy plenamente absorbido por estas llanuras inmensas de campos de trigo sobre un fondo de colinas, vastos como el mar, de un amarillo muy tierno, un verde muy pálido, de un malva muy dulce, con una parte de tierra labrada, todo junto con plantaciones de patatas en flor; todo bajo un cielo azul con tonos blancos, rosas y violetas. Me siento muy tranquilo, casi demasiado calmado, me siento capaz de pintar todo esto.”
Para reafirmar esta reflexión, detengámonos en las palabras de Maurice Sendak: “El artista pone elementos en su obra que vienen de lo más profundo de sí mismo. Los toma de una vena peculiar de su infancia, siempre abierta y viva. Este es un don especial.”.
Joan Miró dijo alguna vez: “Pienso que al final de mi vida, habré reencontrado todos los valores de la niñez.”

  
Otros imprescindibles: nos acercamos al niño con ternura, de forma horizontal, no vertical. Respetamos su sensibilidad, capacidad e inteligencia.




Comienzo este último punto con una frase contundente del ilustrador británico Tony Ross: “Los niños, para mí, son mucho más importantes que los editores, los políticos o los reyes.”

Sobre esto también nos aporta Maurice Sendak, refiriéndose a la necesidad de apartarse de lo establecido, o lo tradicionalmente considerado “correcto”: “…los niños saben más de lo que la gente supone. Los niños están dispuestos a enfrentarse con temas dudosos que los adultos quisieran que no conocieran…

Todo lo que tratamos de hacer seriamente es hablarles acerca de la vida ¿Qué hay de malo en esto? Y, de todas maneras, ya saben de la vida.”

Sergio López Suárez afirma: “la idea de literatura infantil que defiendo, es la que sostiene que su función principal es la de invitar a participar activamente en la elaboración de significados”.
Aquí, en palabras de Sergio, queda bien claro que el niño es y debe ser protagonista, no un simple receptor sino un valioso perceptor.

Quiero agregar una reflexión de nuestro Rafael Barradas, que tan cerca estuvo de los libros y los niños: “... Al margen de la pintura, soy escritor de historietas para niños. Aspiro a ser su rey mago. Al niño hay que darle todos los zumos con sabor tierno, y hay que interesarlo en el dolor, para despertarle el espíritu de caridad hacia lo que no está sano. No puedo concebir que hubiera niños que se desinteresaran por el dolor de los demás.”
  
Y para finalizar, comparto una anécdota que me gustó mucho y además define completamente cuál debe ser nuestra postura frente a los niños: en una importante galería se exponían obras de Miró. Una abuela con su nieto se acercó a una de ellas, cerca estaba el mismísimo Miró. Al ver uno de los cuadros la señora comentó en voz alta: "¡esta obra la podría haber hecho mi nieto!", Miró se acercó a ella y le dijo: “su nieto sí, pero tal vez usted no”.

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